Los internautas prefieren pagar por entretenimiento y no por información

Las noticias digitales eran de acceso gratuito hasta la implantación de muros de pago. Aunque hay medios como “The New York Times” o “The Wall Street Journal” que han logrado convencer a un buen número de lectores para que paguen por acceder a los contenidos, sus suscriptores son ínfimos en comparación con los de las páginas que ofertan películas o música.

Las audiencias digitales no son tan fieles como las del papel. Al menos así se desprende de los informes sobre el número de lectores de las ediciones en Internet de los medios de comunicación más reconocidos. Los editores tienen unas expectativas que no comparten los internautas, que parecen entender que el ocio es un capricho que hay que pagar, pero la información es un derecho universal al que se debe acceder gratuitamente.

De esta forma, si se presta atención a los datos, se observa que los periódicos con paywalls más productivos, “The Wall Street Journal” y “The New York Times”, no llegan al millón de suscriptores mensuales. En cambio, Netflix, el servicio de pago más popular de Estados Unidos para ver películas y series de televisión, alcanza los 29 millones de suscriptores. Son 40 veces más abonados mensuales que los de “The New York Times”.

Aunque Netflix alcanza unas cifras estratosféricas, otras páginas como Spotify, también orientada al entretenimiento, cuentan por millones sus audiencias de pago. Pero los medios de un gigante de la comunicación como Gannett apenas alcanzan los 65.000 suscriptores digitales. ¿A qué pueden deberse estas grandes diferencias?

Puede ser que los grandes medios de comunicación no sean capaces de convencer al lector de que detrás de las informaciones hay una organización que necesita recursos económicos para realizar investigaciones y ofrecer noticas de calidad. O que los contenidos de pago no son lo suficientemente interesantes como para suscribirse a ellos. Pero también puede ser simplemente que la mentalidad del consumidor le lleva a considerar que el ocio es susceptible de pago, pero no la información. Por ello, pagar una cuota mensual por descargar películas y música es algo que realizan con mayor agrado que abonar una pequeña cantidad por la lectura de artículos especiales que sólo interesan a expertos en esos temas.

Los periódicos llevan una década ofreciendo contenidos online gratuitos. Ahora el lector no entiende que tenga que ser él quien pague los platos rotos provocados por la caída de los ingresos de la publicidad, que han pasado de 49.000 millones en 2005 a 22.000 millones en 2012.

Los medios tienen dos opciones a partir de ahora. Buscar un modo de financiación que no recaiga en la audiencia, como la introducción de contenidos patrocinados, menos invasivos y más efectivos que los banners, o incluir en las ediciones Premium y muros de pago, además de artículos especializados, más documentos relacionados con el entretenimiento (vídeos, audio…), por los que los consumidores parecen estar más predispuestos a pagar y que interesan a un espectro más amplio de la sociedad.

 

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