Intervención íntegra de Arsenio Escolar en los XVII Premios CLABE de Periodismo y Comunicación
Buenas tardes.
Voy a ser muy breve, que tenemos una ceremonia de entrega de los XVII Premios Clabe muy intensa y con muchas intervenciones seguro que mucho más interesantes que lo que yo pueda decir.
Voy a dedicar la mayor parte de mi intervención sólo a agradecimientos.
Mi agradecimiento y el de nuestra organización, del Club Abierto de Editores, a todas las autoridades que nos acompañan: presidenta del Congreso, ministros, presidenta del Consejo de Estado, altos cargos de la administración central, de las administraciones autonómicas y de la administración local.
A los diputados y senadores que nos acompañan, que algunos veo.
A los miembros del Consejo General del Poder Judicial, que alguno hay también en la sala…
Mi agradecimiento también a todas las autoridades que nos habían confirmado su asistencia y que a última hora no han podido venir por cambios de última hora en su agenda. Les habíamos puesto falta leve, pero ya se la hemos quitado.
Tenemos representación, en fin, de los tres poderes del Estado, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Y tenemos mucha, muchísima, representación del cuarto poder, del de la prensa, las revistas, las publicaciones periódicas y de otros mundos cercanos al nuestro de la publicidad o la comunicación.
Mi agradecimiento así mismo a todos los asociados a Clabe que estáis aquí hoy, y a los que estáis siguiendo la ceremonia en línea. Y a todos los profesionales del sector que nos acompañáis.
Mi agradecimiento al jurado de los premios, que luego conoceréis; a todo el equipo de Clabe, que lleva varios meses trabajando para que este acto salga lo mejor posible; y a los patrocinadores -Google, Cedro, OJD y Fundación la Caixa-, sin los que directamente esto no sería posible.
Y mi agradecimiento por último, y aquí voy a meter un poco la cuchara, a la nueva Junta Directiva de Clabe, emanada de nuestro reciente proceso electoral, hace muy pocas semanas.
Mi agradecimiento porque esa nueva JD me ha elegido de nuevo presidente de Clabe y porque estamos elaborando un muy ambicioso programa de gobierno para los próximos cuatro años con el que queremos liderar de un modo más eficaz los debates y los avances de nuestro sector. Nos vamos a meter a fondo en todos los asuntos que nos atañen: la transformación digital, la publicidad institucional, la medición de audiencias, la inteligencia artificial, los derechos de autor… por supuesto. Pero también la ética profesional y la desinformación.
Vivimos tiempos muy complicados. Tiempos que demuestran cada vez más la necesidad de una prensa libre, profesional, plural, responsable, garante de que el debate público se produzca de modo transparente, garante de que la ciudadanía acude a las urnas informados y no infoxicados. Tiempos que demuestran que los medios de comunicación somos imprescindibles para la sociedad y para la supervivencia de la democracia.
Para la supervivencia de la democracia, sí. Porque está en riesgo. Está en riesgo, entre otras razones, por la desinformación. Me voy a parafrasear a mí mismo. Voy a hacerlo con unas palabras que pronuncié hace poco más de un mes en la II Jornada contra la Desinformación organizada por Clabe. Dije esto, digo esto:
«La desinformación no es un fenómeno pasajero. No es circunstancial. No es coyuntural. Se está convirtiendo en un mal estructural. Ha llegado con la pretensión de quedarse, y se quedará y creará una destrucción inimaginable si no actuamos pronto y con contundencia los dos grandes polos afectados y a la vez actores: los políticos y los medios de comunicación. Estos con autorregulación y con códigos éticos; aquellos, con normativa que respete escrupulosamente la libertad de pensamiento y la libertad de prensa, la discrepancia, la pluralidad, pero que corte de raíz la libertad de injuria, de mentira, de hechos alternativos, de desinformación. Normativa, por cierto, que no deje al margen de la regulación de los derechos y de las obligaciones a las plataformas tecnológicas ni a las redes sociales. Especialmente a estas últimas, a esos limbos donde impunemente se cometen tropelías sin que nadie pague por ellas».
Fin de la autocita.
Ya acabo. Solo me queda mi felicitación a todos los que habéis participado en esta decimoséptima edición de los premios Clabe. A los que presentasteis candidaturas, a los que habéis logrado ser finalistas, a los que vais a ser premiados.
Todos representáis ese buen periodismo, esa buena comunicación, que fomentamos desde Clabe.
Felicitaciones y gracias.